sábado

LA IMAGEN, EL ALMA Y LOS ESCUDOS




Los seres humanos habitamos la obsesión como una isla flotante en medio del océano a donde llegamos como náufragos clandestinos, porque no podemos optar por la oportunidad de presentarnos vestidos a la etiqueta de una gran idea, estaremos desnudos, seremos vapuleados, apartados, acosados en una locura que no existe porque no aparecerá la lógica, nadie quiere verla, a nadie le interesan las ideas más allá de una buena plática.

De ahí nace la imagen, el escudo protector para eludir el desprecio, para crear una gama de interpretaciones vasta, inevitable, una apertura al conocimiento y al desarrollo de la expresión.

Un temor es la resurrección o el gran escape, porque necesitamos habitar fuera del tiempo, recorrer la idea desde todos sus ángulos para no quedar atados a una posibilidad. No es lo mismo descubrir una puerta por donde escapar que tener que construir la puerta. No siempre estarán las dos posibilidades, incluso hay ocasiones donde debemos improvisar una tercera dimensión para hallar la respuesta, no importando en que estado de profundidad o análisis nos encontremos. Vamos tras la huella, no es pecado devorar a nuestro paso el destino, tomar todo aquello que nos pertenece o creemos nuestro, también podemos tomar lo ajeno, las posibilidades de encubrir un gesto son nacidas de estas pequeñas historias o detalles que vamos tomando del camino.

Una lectura inicial abre la puerta de entrada, no importando el grado de apertura o si rompemos el cristal para apoderarnos del cierre y abrirlo, no tiene importancia, dar la vuelta de la manija no es el resultado de la interpretación sino de la iniciación de la lectura, el punto exacto para oprimir el botón de inicio. No podemos quedarnos en la duda, en la transmisión de ese flujo que caracteriza el estado interpretativo, una palabra es la poderosa luz, la siguiente es la oscuridad, a dónde podemos viajar si al ocultarnos de ese relámpago descubrimos infinidades de caminos, rutas de escape o regreso al peligro, hay que abrir los ojos “aperturar la posibilidad de un posible”, la objetividad es la creación o al menos el renacimiento del escudo.

Estamos en el comienzo, la gran posibilidad de escudriñar en los secretos o la muerte, porque todo es posible. Debemos tomar todas las posibilidades, el camino es consentidor, abre su espectro y nos muestra el volumen inexacto de las consecuencias y la apertura se convierte en la convivencia. Nunca sabemos el punto exacto donde inicia este camino, donde encontramos la imagen como escudo, donde nos refugiamos en el instinto y no tiene importancia adivinarlo, es una imposición del destino, siempre estará ahí para nosotros, desde la duda o la seguridad, abrirá nuestro camino con el tenue ruido de la cotidianidad.

Así escapamos al mundo, cada quien en nuestro disfraz, así nos protegemos cada quien en la querella de una consecuencia o una huella, el misterio o la transparencia. Llegamos con la imagen escondiendo nuestra piel, somos ángeles de la posibilidad, escribimos todo lo que aparece desde la visión real de nuestro universo, lo tomamos desde una consecuencia y lo devolvemos, aquí es donde justamente comienza el retorno, desde nuestro punto de escalamiento, nuestra visión protegida por la imagen, por la casualidad o el mito, la cual resulta apropiada para el inicio de una fuga, pero no es la fuga de escape sino la fuga de presión, el nacimiento de la risa como un sub nivel para la comprensión.

“Escapamos o sonreímos, tal vez el viejo aniversario sea la pauta de una nostálgica respuesta”

Ahí está, el inicio del conocimiento, el sitio exacto donde podemos buscar los restos de ese naufragio, donde estará la riqueza, el oro común, donde nada podemos hacer. Tenemos la posibilidad, tenemos la posición ¿exacta?, de lo que buscamos, incluso hemos desechado el mito para no abultar nuestro equipaje y ¿qué ocurre?, partimos en el viaje, porque somos tozudos, aún conociendo de la inutilidad intentamos construir la imagen porque es nuestra salvación, la raíz que nos mantendrá en el juego, que importan las desilusiones del camino, un par de buenas lágrimas cada cierto tiempo contribuyen a eliminar la sequía y promueven el nacimiento y la supervivencia de todas aquellas ideas que mantienen nuestra estabilidad en el universo. Continuamos el viaje, llegamos a ese sitio marcado con la exactitud de Dios, porque así es, conformamos nuestra posibilidad para fortalecer su presencia, buscamos el espejismo fatal, lo redistribuimos en todos los conductos para obtener una sensación de seguridad, tas solo eso nos basta para llegar a la meta, para sostener la intensidad del fuego y cubrir cualquier falla con una nueva teoría.

Las consecuencias, ¿qué importancia pueden tener? si habrá un nuevo camino, si tenemos el deseo forjado en la esperanza, en esa precisión de hallar la sabiduría dentro de las posibilidades más antiguas y no estamos errados, justo en esa posibilidad se abre el tiempo para mostrarnos su presencia, para devolvernos aquellas “inutilidades” que fuimos desechando por el espejismo, la duda, el orden de aquellas torres nos enfrenta en la iluminada sensación de un festín.

Pero retomemos ese punto exacto donde se encuentra el tan ansiado oro, ese detalle que se abre a nuestra llegada, ahí está, toda la riqueza delante de nuestros ojos, justo el gran salto, ese misterioso canal que revierte las consecuencias. El inicio de la felicidad o el fracaso.

Hay que ser prudentes, siempre viajamos a la conciencia creyendo en nuestra fortaleza, somos la hebra más delgada del universo, al menos las que conforman la maestría del pensamiento. Somos débiles porque buscamos constantemente la fuerza, gastamos la energía mayoritariamente en apariencias, no somos capaces de entender las posibilidades, por ello siempre terminamos en el salón donde están todas las puertas, donde debemos decidir las decisiones, no es tan alarmante, podemos retomar rutas alternas para escapar de nuestros errores pero siempre terminamos justo en el inicio, donde la felicidad o el fracaso nos esperan al buen recaudo de nuestras decisiones.

Es preciso decidir si abrimos la puerta que nos conduce al oro o a la desilusión.
La importancia de un detalle, todo el camino desde el punto de partida hasta la llegada al gran salón de las decisiones esta lleno de señales, ahí están, por mucho que busquemos o pongamos énfasis en cada detalle siempre resurgirá el conocimiento, creemos en la fortaleza de lo que aprendemos, no desconfiamos de las fuentes más conocidas, no es un error es la presencia de la creación, tan solo que siempre olvidamos el detalle de su formación, el simple aliento humano: ahí esta el error de partida, somos el camino de la formación, creemos en las fogatas, pero no siempre usamos madera para alimentarla, creamos la duda y se nos escapan los detalles, quizás uno de ellos era la señal correcta, por ello no podemos fijar la cotidianidad como señal o rastreador de nuestras ilusiones, lo anterior no es una huella o camino porque no conocemos del futuro lo que necesitamos sino todo aquello que deseamos que ocurra y por supuesto, una diferencia entre reconciliaciones no provoca el surgimiento de la seguridad en nuestros caminos.

No debemos inventar lo que nos puede ocurrir sino fomentar a través de aquellos materiales todo lo que queremos que ocurra. El futuro no se transforma por posibilidades remotas, sino por la consecutividad de aquellos sueños que muchas veces reservamos para evitar quedarnos desnudos delante de todos, inventamos el escudo, la imagen que abrirá el vitral y expandirá la luz en mil colores y significados diferentes, reteniendo el verdadero para la protección de alma.

No quedamos marcados por el tiempo, aunque si perdemos fuerza en el transcurso de cada segundo. No cambiamos el tiempo, podemos disfrutar o renegar en cada una de nuestras muertes, siempre vitoreamos en la resurrección. No hablo de vidas pasadas o la reencarnación porque si está la posibilidad, está el conocimiento y por supuesto el alma navega desnuda, no existe la protección o el escudo en el estado natural, tan solo la huella de Dios o la creación. Combinamos una sola vida con varias muertes y resurrecciones y atravesamos el universo sin saber, sin tener esa certeza tonta de la visión o la acumulación de imágenes o recuerdos y terminamos en la risa de una teoría.
Pero si viajamos, al menos nuestra alma se transforma en energía para descubrir todo lo que necesitamos, no es coincidencia, no es una consecuencia, es la realidad de nuestra presencia en el universo, fue el trato de la creación, la universabilidad de cada segundo. El arte de aparecer como un fragmento justo en la vivencia actual, creándonos un doble conocimiento, el consabido “dejavu” tan común como prolifera sea nuestra alma viajera.

Somos la expectativa de un destino, tenemos la imagen para protegernos fuera del círculo de la creación. Conocemos el exterior, opinamos sobre lo que puede existir en el interior, pero no llegamos, nos detiene la imposibilidad, el miedo, descubrir cual será el origen real. Ponemos trabas, buscamos la más común: la conveniencia, la economía o los recursos. No podemos buscarnos a nosotros mismos, podemos viajar al centro de nuestra creación y salir justo en la siguiente posibilidad sin necesidad de movernos.

No consentimos nos escudamos en el miedo demostrando la fortaleza, buscamos la escusa para quedar como héroes, tenemos ese afán aprendido en la imposibilidad. No somos parte de la costumbre ajena, nos molesta aprender los detalles, confiar en el aliento o en la respiración, nace nuevamente el dilema de la imagen, el tiempo de la creación, la posibilidad de abrir otra puerta al tiempo.

Para confiar debemos ser nosotros mismos los creadores, al menos no encontraremos una duda sobre la posibilidad. Nacerá la imagen sin importar cual fue el beneficio o cual fue la condición para el estallido.

Somos esa constante: tomamos el premio o lo perdemos, confundimos el miedo con la fortaleza, somos miembros de honor del universo y perdemos porque somos la hebra más delgada. Retornamos porque el universo necesita de nosotros para mantenerse vivo, para evitar los desastres de la desnudez y el origen de la palabra. El universo es sabio.

1 comentarios:

Rodsana dijo...

ES UNA PARADOJA DE LA VIDA BASADA EN LA INSEGURIDAD CREADA POR LA DUDA ,POR IGNORANCIA O POR SIMPLE DESPRECIO AL NO CONOCER CREYENDO SABER EL SIGNIFICADO EXACTO DE LAS PALABRAS.A LA VEZ AVIVANDO LA ESPERANZA DE QUE SE PIERDAN LOS LLAVINES DE ESA ANGOSTA PUERTA Y RESURJAN LAS SENSACIONES PERDIDAS Y TANTO BUSCADAS ,LAS VIEJAS NECESIDADES DEL ESPIRITU. ES UN AFERRAMIENTO A LA VIDA CON TODAS Y SUS PEQUENAS COSAS LOGRAN CONVERTIR EN NECESIDADES LAS MAS DIMIUTAS INTERPRETACIONES DE LA SUPERVIVENCIA DEL ALMA."MUY INTERESANTE, DESPRENDES TODA ESA INTELIGENCIA QUE TE CARACTEIZA,DE VERDAD ME GUSTO MUCHO"UN ABRAZO.

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