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LA BELLEZA Y EL BUEN GUSTO




Normalmente los seres humanos en su generalidad (jamás en su totalidad) tienen una norma establecida para el "buen gusto". Esta norma es variable y tiene como propósito enmarcar y dividir los detalles generales de la vida. Nos referimos a esa catalogación de las cosas, el justo precio de esos detalles que podemos encontrar y que a veces, por conceptos erróneos, encacillamos en bueno, malo, hermoso, feo, artístico, horrible y que puede, en su justo reconocimiento, afectar el transcurso de los acontecimientos normales de la vida.

Qué puede definir que una persona sea hermosa o fea, hablo físicamente. Detalles normales que se han convertido en parámetros son: color de los ojos, óvalo facial, nariz, color del pelo y es tonto imaginar que esos parámetros son exclusivos para esa catalogación. Si dejamos de ver la belleza humana según parámetros establecidos (delgadez, musculatura, etc) podemos empezar a observar que existe toda una gama de belleza detrás de esa línea tan marcada.

Cada región o raza posee un parámetro de belleza especial. Los movimientos migratorios de los últimos 30 años en el mundo han conllevado a la mezcla de razas y a la combinación casi exótica de estos parámetros de belleza, lo cual nos pone a todos los seres humanos en la disyuntiva de abolir ciertas costumbres de nuestros gustos sociales.

En los últimos tiempos y debido a lo que comentábamos en el párrafo anterior los seres humanos han comenzado a buscar la belleza en el único lugar donde esta jamás se deteriora, o sea en el alma, lo cual me parece un acierto muy importante a esta obstinada persistencia de los seres humanos de priorizar la belleza en sus relaciones. Lo cual, como todos sabemos, conlleva, en la mayoría de las relaciones a un rompimiento temprano de la misma.

No se trata de obligar a las personas a adoptar una terminología del gusto. No porque se tengan relaciones con seres humanos de cierto patrón de belleza se obtendrán relaciones eternas ni descendientes "hermosos" e inteligentes.

La belleza se recibe de manera natural, uno puede, según el parámetro social que desee adoptar, cuidarla o cultivarla, pero jamás debe actuar en base a esta belleza para imponerse u obtener los beneficios que desee. No es que sea una prohibición. Es más bien una regla no escrita de la convivencia social. La conducta errónea o impositiva traspasa esa delgada línea del respeto a los demás seres humanos que nos rodean y es lo que se debe evitar para lograr un buen entendimiento común y una excelente coexistencia en nuestras relaciones sociales.

La inteligencia, salvo aquellas personas que, por desgracia, nacen con alguna enfermedad que lo pueda impedir, no se recibe de manera natural como la belleza. La inteligencia se cultiva. Es muy importante para nosotros si queremos que nuestros hijos sean inteligentes mantener y adoptar una serie de medidas para estimular desde las edades tempranas este aspecto en nuestros hijos. Apoyarlos, ayudarlos, crearles un hábito correcto por el estudio, por el respeto, por los valores sociales basados en el amor, las buenas relaciones sociales y por supuesto, en aquellos valores que como padres consideramos que pueden ser justos en su educación pero dejando la libertad de elección de nuestros hijos para que ellos adopten su propio estilo de vida. Es muy importante que los apoyemos, nada ganamos en cerrarles puertas que, por lógica de la vida, el adolescente abrirá por la curiosidad de lo prohibido. Debemos saber como mostrar cuales son las cosas malas de la vida, explicarles los riesgos, exponerles a que riesgos se expone en caso de no hacer caso. Todo lo anterior debe ser de manera coloquial, no impositiva. La imposición provoca el rechazo, el rechazo la testarudez, la testarudez nos guía a los errores. Es una fórmula simple que nos guiará por una vida tranquila dentro de este agitado cúmulo arrogante que es la vida diaria.

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